Una revisión de la historia del pensamiento
comunicacional pone de manifiesto el
carácter fundamentalmente socio-céntrico de esta
disciplina, puesto que desde los
inicios de la investigación y el pensamiento sobre
comunicación, ha sido la sociología la
que ha jugado un papel primordial en el abordaje de los
fenómenos comunicativos. Ya
la Escuela de Chicago, durante la primera mitad del siglo
XX, desarrollaba un enfoque
general de la teoría social, subrayando el papel de la
comunicación en la vida social.
Pese a que dentro de esta escuela tuvieron más difusión
los trabajos de Park (1921;
1952; 1967) y Burgess (1921; 1964) sobre sociología
urbana, no puede negarse la
importancia de los estudios de Cooley (1909), Dewey
(1952) y Mead (1968), básicos
para la futura construcción de la comunicología posible.
El aporte básico de la Escuela
de Chicago fue el considerar a la comunicación no como la
simple transmisión de
mensajes, sino como un proceso simbólico mediante el cual
una cultura se erige y se
mantiene. De hecho, fue Charles Horton Cooley el autor de
la primera obra que brindó
un análisis moderno de la comunicación: Social
Organization (1909). Para Cooley, el Yo
individual se forma como una entidad social sólo a través
de la comunicación. Esta
perspectiva es semejante a la de su discípulo, George
Herbert Mead, cuya propuesta
de conductismo social privilegió a la comunicación en la
construcción del sí mismo.
Para Mead (1968), el pensamiento es un acto esencialmente
social, es decir, se
desarrolla a través y en la comunicación con el prójimo.
Por último, para John Dewey
(1952), máximo representante del pragmatismo
norteamericano, la comunicación es el
fundamento de toda relación humana, el proceso que une a
los individuos y permite la
vida colectiva.
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